2017 coincide con importantes aniversarios europeos: 25 años del Tratado de Maastricht (1992) y el 60º del Tratado de Roma (1957), momentos que invitan a la reflexión sobre lo logrado y sobre lo que queda por recorrer. Ambas efemérides tienen lugar en uno de los momentos más difíciles para el proyecto europeo, cuando el modelo de unión ha mostrado sus debilidades internas (con el BREXIT como máxima expresión) y también su incapacidad para resolver y prevenir conflictos, responder a situaciones de emergencia o defender los derechos humanos, tal y como ha evidenciado la crisis de los refugiados.
Ante este escenario incierto existe aún capacidad de reacción, esperanza y, sobre todo, voluntad política por parte de los Gobiernos Locales europeos. Así quedó demostrado en Maastricht el pasado diciembre en la reunión del Comité Director del CMRE, en la que los líderes locales europeos debatieron sobre los desafíos más urgentes de la UE, eligieron el nuevo equipo de gobierno de este organismo y establecieron una hoja de ruta de cara a 2030. En la nueva dirección política, presidida por Stefano Bonaccini, Presidente de Emilia-Romagna, la FEMP, a través de Carlos Martínez, Alcalde de Soria, ocupa la Vicepresidencia Europea de Ciudades y Gobiernos Locales Unidos (CGLU) para asuntos de índole internacional y de cooperación con terceros países, uno de los puestos más relevantes.
En Maastricht se fijaron prioridades, entre otras, la elaboración de una posición política sobre el futuro de Europa; la crisis de los refugiados, el fortalecimiento de la democracia local o las nuevas agendas urbanas.
Pero también se trató con inquietud sobre el difícil momento del proyecto europeo, y los que allí nos encontramos salimos convencidos de que el reto de Europa es recuperar la confianza y la esperanza a través de los Gobiernos Locales.
Y tenemos esa opinión porque sabemos que el sentimiento de pertenencia al proyecto común que es la UE fue generado desde las ciudades, a través de intercambios entre ciudadanos. Recuperarlo ahora es una responsabilidad de todos los niveles de gobierno y particularmente del local.
Es en esa unidad básica de convivencia que son los municipios donde los ciudadanos tienen posibilidad de participar en la gestión de los asuntos públicos. Y no hay que olvidar, además, que más de dos terceras partes de la población de la UE vive en ciudades, que es en ellas donde se concentra un porcentaje superior al 70% del PIB per cápita europeo, el desarrollo económico, la innovación, la creatividad, el talento, el conocimiento y la diversidad, pero también de la pobreza, la exclusión social, la creación de guetos y la inseguridad ciudadana, entre otras cuestiones.
Si añadimos que la mayoría de decisiones normativas que afectan o se adoptan en nuestros Ayuntamientos vienen condicionadas por decisiones tomadas en las instituciones europeas, queda aún más clara la incidencia de la UE en las políticas locales y en la vida cotidiana, y en la necesidad de Europa de contar con los Gobiernos Locales para llegar para llegar a la ciudadanía. Europa necesita de sus ciudades para llevar a cabo sus estrategias de futuro, para seguir construyendo una ciudadanía.
Europa necesita de sus ciudades para llevar a cabo sus estrategias de futuro, para seguir construyendo una ciudadanía compartida, una ciudadanía europea. Nuestras ciudades, nuestros pueblos, son la base territorial donde se desarrollan las políticas europeas pero también son el espacio principal donde son evaluadas por los ciudadanos. El municipalismo europeo así lo asegura: no puede existir una Europa de los ciudadanos sin una Europa de las ciudades.