Según los promotores de este encuentro, la agricultura urbana suministra el 30% de los alimentos que se consumen en las ciudades a nivel mundial y se estima que unos 800 millones de habitantes participan en actividades vinculadas a ella. A pesar de su importancia, en España, a diferencia de otros países, la agricultura urbana tiene escaso reconocimiento institucional y su crecimiento en las últimas décadas se debe en gran medida a iniciativas privadas aunque también los Ayuntamientos, cada vez más, prestan atención a estas iniciativas, como pudo comprobarse en el Congreso de Elche.
El
I Congreso Estatal de Agricultura Ecológica Urbana y Periurbana, organizado por el Ayuntamiento de Elche, la Universidad Miguel Hernández (UMH) y la Sociedad Española de Agricultura Ecológica (SEAE), reunió a 150 profesionales, técnicos y gestores del sector agrícola y urbano, y a representantes de colectivos que impulsan este tipo de acciones en diversas ciudades, como Barcelona, Madrid, Sevilla, Valencia o la propia Elche, donde, tal y como explicó su Concejal de Medio Ambiente, Alejando Pérez, se trabaja con asociaciones de vecinos y colegios de la ciudad en un programa de creación de nuevos huertos urbanos, compaginando la producción de alimentos ecológicos con la función pedagógica.
Esta ciudad reúne “condiciones inmejorables” para desarrollar estas experiencias gracias al elevado número de huertos de palmeras que están incardinados en la trama urbana. La mayoría de los huertos de Elche es de titularidad pública, ya que pertenecen o han sido adquiridos por el Consistorio.
La labor que lleva a cabo Elche, como otros Ayuntamientos, sigue la línea de los piensan que agricultura ecológica es una herramienta que permite el desarrollo de la agricultura urbana y periurbana. En torno a ella ya existen redes de comercialización por canales cortos, que acercan a los productores y consumidores ecológicos. Pero es que, además, otras experiencias, como los huertos escolares ecológicos, han mostrado ser eficientes en aproximar a los alumnos a la naturaleza. Por ello, uno de los objetivos es introducir la alimentación ecológica en los comedores escolares, para que los más jóvenes puedan descubrir por sí mismos la importancia del modelo de producción agroalimentaria.
Nuevos usos sociales
Los técnicos y expertos universitarios que participaron en el Congreso propusieron, entre otras cosas, que los huertos urbanos cumplieran una labor social, de forma que personas con discapacidad, presos o drogadictos, puedan lograr la inserción e integración en la sociedad a través de la actividad agrícola. Todos ellos coincidieron en los beneficios que supondría incorporar a estas personas, cerca de la exclusión o la discriminación, a la agricultura ecológica en el propio entorno urbano o periurbano.
Raúl Moral, secretario del congreso e investigador de la Universidad Miguel Hernández, puso como ejemplo el de un colectivo de discapacitados de la Vega Baja de Elche, que ha pedido cursos de capacitación agrícola en uno de los huertos desde hace 7 años tiene la UMH en su campus universitario. El objetivo es que además de formarse y contribuir a una acción terapéutica, los alumnos discapacitados puedan llegar a tener incluso una salida laboral.
Además, según los técnicos, cada vez es más frecuente que los particulares aficionados tengan un pequeño jardín en la ciudad o en la zona perimetral para cultivar sus propios tomates u otras hortalizas. Una actividad que pone de manifiesto, tal y como pudo analizarse en las sesiones de debate, el combate de que existe entre los huertos que cercan las ciudades y el desarrollo urbanístico de éstas y, a su vez, cómo interactúan.
Los congresistas insistieron, además, en el valor añadido que incorpora la agricultura ecológica y en cómo se pueden acortar distancias entre el pequeño productor y el consumidor, que cada vez demanda productos más naturales y cultivados cerca de sus hogares. A su juicio, las familias pueden compatibilizar la compra de productos en los grandes hipermercados, con la selección de determinadas frutas y hortalizas adquiridas a cultivadores tradicionales, acortando así los canales de distribución y generando mayor beneficio para los particulares.
En definitiva, la reunión de Elche puso de manifiesto que la agricultura urbana y periurbana es capaz de crear espacios multifuncionales don producir alimentos sanos y saludables y que, con su diseño y manejo, contribuye a mejorar la sostenibilidad y rehacer los impactos urbanísticos que genera la propia ciudad. Se trata, según sus promotores, de recuperar parte del camino perdido cuando muchas ciudades crecieron a costa de transformar su periferia, ocupada por huertas milenarias, fuentes de alimentos y biodiversidad, en bloques de hormigón.